Reflexiones filosóficas sobre la gobernanza para una evaluación de la política social que se da en lo cercano de nuestros barrios y en las políticas partidistas enfrentadas del Estado.
(Material provocador para el debate. Los miércoles celebrábamos Aula Abierta)
Sin señalar a nadie en concreto, al redactar el presente escrito, he tenido presentes en primer lugar a nuestros dirigentes vecinales por lo que a mis vivencias toca, sin obviar a los que gobiernan o pretenden gobernarnos en mayores niveles.
En más de una ocasión en nuestras reuniones habituales de Aula Abierta he recurrido en expresión crítica a la frase de: “el poder se ejerce, no se comparte”.
El maquiavelismo es un estilo de hacer política muy frecuente a todos los niveles. Como comprenderéis tengo delante el librito “El Príncipe” de Maquiavelo.
La tesis de Maquiavelo es muy conocida: “La principal finalidad del gobernante es permanecer en el poder a toda costa”. De tal manera que este fin, justifica cualquier medio. Eso sí ¡¡¡con apariencias de servicio!!!
La realidad maquiavélica se manifiesta en un hacer política caracterizado por “la opacidad comunicativa, por la práctica de la mentira, por el engaño, por la demagogia y por la traición”, también por la malversación de los dineros públicos. Francesc Torralba en su libro “La revolución ética” entiende que estas prácticas para quienes las ejecutan son consideradas como un mal menor, efectos secundarios, sin mucha importancia ética con tal de seguir ejerciendo el poder.
La simulación y la hipocresía hacen que el “príncipe” ha de parecer como una buena persona, porque de esa manera se gana la credibilidad del pueblo, pero… “en el momento de actuar ha de buscar el mejor beneficio personal”.
Si es un “buen político”, sabrá presentarlo de forma adecuada, construyendo una hábil retórica para mantenerse en el de poder sin dar opción a crear consensos, ni compartir decisiones. Así que no insistamos en que participar es un derecho, falta el compromiso de la respuesta.
En este marco, la idea de la política como servicio, es una ingenuidad para la mayoría de la gente. No cabe duda que esta manera de ver a los políticos (tanto sociales, como de partidos) hoy día está muy generalizada. Se comprueba diariamente con hechos de evidencia en diarios y medios de comunicación que resulta difícil pensar de otra manera.
En los barrios también se da el caso de asociaciones vecinales muy amantes del ejercicio en micro poderes para excluir a bien intencionadas colaboraciones, puede que lo hagan inconscientemente por lo del mimetismo político que les lleva a permanecer en el cargo sine die. ¿Cuándo dejaremos de imitar y nos manifestaremos en la auténtica identidad de actores sociales?
En oposición a la visión maquiavélica tenemos la aristotélica “El buen gobernante se rige por las virtudes de la justicia, de la templanza y la prudencia” asumidas posteriormente por los estoicos y los primeros cristianos.
De esta práctica tenemos ejemplos, con más abundancia dentro del asociacionismo vecinal.
En uno de los debates de Aula Abierta, recogido en el Boletín de enero 2014, expresábamos esta visión aristotélica enunciando “Asociaciones vecinales Cerradas y Asociaciones Abiertas” en una tabla comparativa.
Conclusión. Reformar la política oficial de los actuales partidos no está al alcance de la gente de a pie; pero sí está en nuestras manos modificar la participación vecinal organizada y dejar de imitar las formas obsoletas de los políticos.
Este es el reto. Mientras los cambios no se inicien desde abajo, desde las bases ciudadanas organizadas en plataformas y asociaciones, los cambios de verdadero servicio en horizontalidad compartida, tardarán en llegar. Nuestras reivindicaciones en esta materia, ¡¡palos al agua!!