Manifestación en Oviedo por la Sanidad Pública

26 feb 2023

Varios miles de personas se han manifestado este domingo por el centro de Oviedo para reclamar una sanidad pública de calidad, donde no se vulneren derechos esenciales a trabajadores ni a pacientes.

Convocados por la plataforma de trabajadores del Sespa, los manifestantes, representados por todas las categorías de la sanidad pública, se han concentrado en la estación del Norte y han recorrido las calles del centro de la ciudad hasta la Plaza del Carbayón, sede de Servicio de Salud del Principado de Asturias, donde han leído un manifiesto en el que han subrayado sus peticiones.

Entre sus reivindicaciones, los profesionales sanitarios han pedido mejores condiciones laborales, ya que son los trabajadores de las sanidad pero pagados de España y con una carga laboral muy alta.

Decrece la confianza de los asturianos en la sanidad pública

El Gobierno socialista de Adrián Barbón está siendo incapaz de mejorar el sistema de salud asturiano pese a destinar grandes cantidades de dinero. Los números no engañan: la región es la que más invierte de toda España en gasto sanitario, sobrepasando los 2.000 euros por habitante. Pese a ello, las listas de espera en todos los parámetros no han parado de aumentar.

Los usuarios de la Sanidad y los propios profesionales reclaman mejor gestión y más médicos en un sistema sanitario cuyo nivel de confianza entre la población ha caído casi un punto –de 7,2 sobre 10 a 6,4– en la actual legislatura.

Asturias manejó un presupuesto para la sanidad pública el año pasado de 2.022 euros por habitante, siendo la única región que superó los 2.000 euros –y casi 500 euros más que la media nacional, que fue de 1.584–. Este año, el Principado superará por primera vez los 2.100 euros de inversión en salud por habitante, pero continúa aflorando la percepción de que existe una mala gestión en la Sanidad.

El sistema sanitario asturiano tiene pendientes de realizar 167.557 actos médicos de atención hospitalaria incluyendo intervenciones quirúrgicas, consultas y exploraciones diagnósticas. Al principio de la legislatura eran 123.644, casi 45.000 menos. Donde más han subido las listas de espera es en las visitas a un especialista. De 73.212 pacientes que aguardaban una cita en 2020 se ha pasado a los casi 100.000 (99.787), según datos registrados el pasado 31 de enero.

Hace tres años estaban en lista de espera para realizarse una cirugía menos de 20.000 personas. Ahora son más de 23.700. La demora media en enero de 2020 era de 81 días; en la actualidad es de 95. Respecto a pruebas diagnósticas, los mayores incrementos de demanda se registraron en ecografías –en enero de 2020 estaban en espera 14.148 pacientes y ahora son 19.121– y en resonancias magnéticas –se ha pasado de 9.129 a 14.759–.

Así, la percepción de los usuarios por la situación de la Sanidad en Asturias ha bajado casi un punto desde 2019, aunque se mantiene en la media nacional (6,3 frente a 6,2). Las quejas vienen sobre todo en la atención primaria, puntuada con un 7,6 en 2019 y con un 6,2 a finales de 2022.

El medicamento más potente es el ejercicio físico

La medicalización de nuestra sociedad es un problema creciente al que debemos poner hilo a la aguja.

Empezando por el sobrediagnóstico de determinadas patologías, especialmente en el área neuropsiquiátrica, o  asociadas incluso al género.

Todo ello va asociado en la mayoría de los casos a la prescripción de medicamentos de escasa utilidad terapéutica y pobres resultados de eficacia y alta incertidumbre en seguridad a largo plazo, lo cual conlleva aparejado un gasto sanitario absolutamente innecesario e ineficiente.

Por otro lado, siempre debemos balancear bien la ratio beneficio/riesgo cuando se indica un medicamento a un paciente concreto. Si no, corremos el riesgo de entrar en la denominada cascada terapéutica, que implica ir añadiendo un medicamento detrás de otro, que pasa a intentar cubrir los efectos secundarios e interacciones que se producen cuando un paciente pasa a estar polimedicado (cuando toma cinco o más medicamentos)

La gran pregunta que debemos hacernos siempre es: ¿podría recomendar a este paciente una intervención no farmacológica para mejora el problema que me está planteando?

Decía Pablo Linde, en un artículo publicado en «El País» en agosto de 2022, que, si el ejercicio físico fuera una pastilla, no habría médico que no la recetara. Reduce el riesgo de mortalidad por todas las causas, la cardiopatía isquémica, la enfermedad cerebrovascular, la hipertensión arterial, el cáncer de colon y mama, la diabetes tipo 2, el síndrome metabólico, la obesidad, la osteoporosis, la sarcopenia, la dependencia funcional y las caídas en ancianos, el deterioro cognitivo, la ansiedad y la depresión. Esto, y más, con escasos efectos secundarios si la dosis es adecuada.

Los beneficios de la actividad física están tan demostrados que no hay debate posible sobre su idoneidad. Se puede discutir cuánto, cómo y de qué tipo es adecuado para cada persona, pero no es arriesgado decir que a la mayoría de la población se beneficiaría de incrementar el tiempo que dedica a hacer ejercicio.

Los medicamentos son una herramienta terapéutica fundamental para tratar multitud de enfermedades, pero no olvidemos que tienen un potencial lesivo en forma de efectos secundarios, que pueden llegar a ser graves. No en vano, los efectos secundarios por medicamentos son la cuarta    causa de mortalidad tras las enfermedades oncológicas, cardiovasculares y el accidente cerebrovascular. Así, 1 persona muere cada 5 minutos por reacciones adversas a medicamentos adecuadamente prescritos, según datos de la Food and Drug Administration. Y otro dato muy revelador es que las reacciones adversas a medicamentos suponen la causa principal de hasta el 30 por ciento de los ingresos hospitalarios en personas mayores.

Además, no podemos olvidar el incremento del gasto sanitario que genera la factura farmacéutica para las arcas públicas, por las consultas extras que genera, visitas a urgencias, ingresos hospitalarios…

En el momento en el que estamos, la polimedicación es un problema creciente en una población que envejece, y consecuentemente va acumulando gradualmente problemas de salud. Así en la población menorquina institucionalizada en centros sociosanitarios,    con una edad media de 82 años, 74,3 por ciento mujeres, el 94 por ciento está polimedicada (5 o más medicamentos), con una media de    7,2    medicamentos / paciente, con el riesgo de interacciones, efectos secundarios que ello conlleva. (Datos del estudio de la Dra. Carla Liñana en población geriátrica de Menorca con beca del IME, 2019).

Por ello, en la actualidad hay una corriente, englobada en una atención centrada en la persona,    que apuesta por la desprescripción farmacológica, es decir, revisar toda la medicación que llevan los pacientes polimedicados, y con una visión holística del paciente y de forma estructurada y protocolizada en base a evidencias científicas (criterios    Beeers, STOPP/START…), eliminar o ajustar toda la medicación que realmente perjudica más que ayuda, y solo mantener aquellos medicamentos que sean necesarios.

La desprescripción se asocia a mejoras funcionales y en calidad de vida, mayor satisfacción del paciente, reducción de interacciones y efectos secundarios, además de menores costes para el paciente y la sociedad.

Obviamente esto debe ir en sincronía con una estrategia de adopción de hábitos de vida saludables, en el que el ejercicio físico pase a ser el ‘medicamento’ estrella.

Hay ocasiones en las que el ejercicio físico podría combinarse con los medicamentos, e incluso tener un papel más relevante que muchos medicamentos. Un estudio realizado por Naci y Ioannidis, que analizo a 300.000 personas sobre la efectividad del ejercicio físico y los fármacos a la hora de reducir la mortalidad y los datos nos pueden llevar a efectuar una reflexión. Vieron que el ejercicio en comparación con muchas intervenciones farmacológicas tiene un efecto similar en la reducción de la mortalidad en prevención secundaria de la enfermedad coronaria, después del accidente cerebrovascular, tratamiento de la insuficiencia cardiaca y prevención de la diabetes. Lo que demuestra que el ejercicio físico podría ser de gran utilidad junto a los fármacos o de forma alternativa a ellos, en algunos casos.

Por lo tanto, teniendo en cuenta que uno de los objetivos del ejercicio físico es la mejora de la salud, podemos extenderlo a dos ámbitos relevantes en salud, para las personas sanas y las enfermas como complemento a sus tratamientos, de especial interés en las enfermedades crónicas no transmisibles. Siguiendo con esta reflexión estaríamos de acuerdo con la iniciativa propuesta desde el año 2007 por el Colegio Americano de Medicina del Deporte, en su campaña «Exercise is medicine», «El ejercicio es medicina».

La prescripción de ejercicio físico tiene sus particularidades, como la de cualquier medicamento. Debe estar indicada correctamente, como ocurre con los medicamentos, pautado a la    dosis de ejercicio ajustada a las características y condicionantes del paciente,    indicando individualmente el tipo de ejercicio a realizar, considerando también    las posibles    contraindicaciones, intensidades y valorando los efectos secundarios y riesgos del ejercicio recomendado para la persona concreta, que se pueden derivar.

En definitiva, debe ser un acto médico individualizado para cada paciente según sus características físicas y clínicas. Se debe conocer las preferencias del paciente, sus posibilidades y su entorno más próximo, para saber los activos comunitarios que se le presentan y así poder realizar una correcta prescripción social.

Este convencimiento debe ejercerse asociado a un procedimiento de toma de decisiones consensuadas o «Sharing decision making», con el paciente como ya tiene protocolizado el National Health System( NHS) en Reino Unido.

Se trata de un cambio cultural en el ejercicio de la medicina, en el que debemos ver al paciente como persona, más allá de la enfermedad por la que lo visitamos.

En el momento actual podríamos estar de acuerdo que el sistema sanitario necesita innovación, pero esta innovación no tiene por qué ser necesariamente de tipo tecnológico o digital, de un elevado coste económico, puede abrirse la posibilidad a una innovación más centrada en las personas, en la que el personal sanitario disponga de más tiempo para dedicar a promover cambios en el estilo de vida de sus pacientes, es decir un cambio en la cultura asistencial actual. Según Montserrat Romaguera, de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (semFYC), reconoce que en la    especialidad solo se enseña cómo recetar fármacos, y no deporte. «Tenemos que trabajar en la formación, en primer lugar, para que los compañeros se sientan seguros a la hora de cambiar el paradigma», señala.

Sin lugar a dudas, debemos ser capaces de hacer llegar la correcta información a los pacientes, para conseguir empoderar a las personas, siendo convincentes en cuanto al ‘potencial’ que cada individuo tiene para tomar la decisión correcta en la mejora de su salud, por medio de la adopción de hábitos de vida saludables.

Para finalizar, compartir nuestro acuerdo con el título del artículo publicado en la prestigiosa revista médica    «British Medical Journal» por MacAuley, Bauman y Fremont en marzo de 2015, en el que dice: «Exercise: not a miracle cure, just a good medicine», traducido al castellano: «Ejercicio: no una cura milagrosa, solo una buena medicina».