Grandeza, resiliencia y crisis de la Sanidad Pública

Publicado en NORTES 15 de Junio de 2023

Grandeza, resiliencia y crisis de l sanidad Pública

La pandemia del Covid-19 fue el detonante pero la crisis se venía incubando desde hace mucho tiempo en la Sanidad Pública. Listas de espera desproporcionadas, colapso de la Atención Primaria o crecimiento exponencial de la medicina y los seguros privados, son síntomas más que evidentes del deterioro y las incertidumbres que se ciernen sobre el futuro del sistema sanitario público. Identificar las causas de la crisis e impulsar las  reformas políticas oportunas es, con toda probabilidad, el mayor reto al que se ha de enfrentar el Gobierno de Asturias después del 28 de Mayo.

Apenas han pasado cuatro décadas desde la conformación del sistema sanitario público. Un sistema que hasta hace poco tiempo era muy reconocido y apreciado por su universalidad y equidad, por disponer de una potente red asistencial, profesionales competentes y  notable calidad de sus prestaciones. Motivo de orgullo, además, porque era considerado uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo.

Sin embargo, la Sanidad Pública lleva muchos años acosada por problemas de muy diversa naturaleza que se han ido acumulando, mientras los gobiernos responsables de las Comunidades Autónomas -en un sistema descentralizado como es el nuestro –  se instalaban en el clientelismo y lejos de ir a la raíz de los problemas, han permitido e incluso favorecido su arraigo y crecimiento. Cierto es que, dada la fortaleza de sus principios y de su estructura, la Sanidad Pública fue capaz de aguantar múltiples envites con una formidable resiliencia, hasta que la irrupción de la pandemia abrió la caja de los truenos y sacó a la superficie todas sus insuficiencias e ineficiencias.

La Sanidad Pública fue capaz de aguantar múltiples envites hasta que la irrupción de la pandemia abrió la caja de los truenos y sacó a la superficie todas sus insuficiencias

El debilitamiento de la Sanidad Pública no obedece exclusivamente a políticas  de privatización directa de las prestaciones, como ha ocurrido con la ley 15/97 o el RDL 16/2012, la mayoría de las veces auspiciadas por gobiernos del PP, aunque no siempre. En el caso de Asturias, la crisis se debe a la ausencia de respuestas ante las grandes mutaciones que se han ido produciendo en la política, en la sociedad y en la propia medicina. La inacción fue la norma, entre la pasividad y la autocomplacencia, más preocupados los responsables políticos por no lesionar intereses, corporativos o económicos -cada vez más presentes en el sector de la salud-, que por encontrar respuestas y soluciones.

Manifestación por la sanidad pública. Foto: Alisa Guerrero

Los cambios han llegado desde la política a finales de los 80. Un nuevo modo de ejercer el poder con el sello de la ideología neoliberal y una nueva estrategia denominada de “colaboración público-privada”. En un contexto de subfinanciación crónica de los servicios públicos, determinante en la precarización de las plantillas, se pasó, por ejemplo, del modelo organizativo tradicional jerárquico- burocrático al denominado “gerencialismo” empresarial que, entre otros efectos perversos, niega el valor metodológico del consenso: las decisiones se toman sin la participación de los profesionales -que pierden el sentido de pertenencia-  y sin escuchar a la ciudadanía -que pierde la noción de propiedad- reconvertida en consumidora de recursos, igual que en un centro comercial.

Otra de las grandes transformaciones proviene de la revolución científico técnica que ha  modificado sustancialmente la medicina y no siempre para bien. Nuevos dispositivos y medicamentos con gran capacidad diagnóstica y terapéutica; pero que, en la medida en que son propiedad de multinacionales, están al servicio de sus accionistas y no de la salud pública. Los gobiernos ya no lideran la investigación ni la difusión del conocimiento biomédico y algunas consecuencias están a la vista: el gasto tecnológico y farmacéutico crecen sin medida, los profesionales están mediatizados por la industria y el “hospitalocentrismo” domina el sistema -porque el hospital es el centro tecnológico por excelencia- mientras que en su reverso se empobrece la Atención Primaria.

Puesto de prueba de autocovid y de autovacunación en el HUCA, FOTO: Iván G. Fernández

La sociedad también ha experimentado una gran evolución. La población cada vez vive más años, pero se siente más enferma. Es la paradoja de la salud en la “sociedad del malestar”. El malestar es de naturaleza socioeconómica y cultural, pero genera “sanitarismo” y medicalización, con una gran influencia en la saturación de los servicios  asistenciales. Al tiempo, se ha acelerado el envejecimiento de la población, con mayor cronicidad y dependencia, mientras se privatizan los servicios de los cuidados, reconvertidos ahora en un nuevo nicho de negocio, como dramáticamente puso de manifiesto la pandemia.

Trabajadoras del SAD. Foto: David Aguilar Sánchez

Grandes cambios que son el caldo de cultivo de una Sanidad Pública cada vez más “medicalizadora”, mercantilista y consumidora de recursos, que mira hacia lo patológico y lo individual, mientras margina la Salud Pública y se desinteresa por la dimensión comunitaria de la Atención Primaria. Que olvida que la enfermedad se construye socialmente, como nos dice un reciente informe de la prestigiosa revista médica The Lancet, que atribuye el 34% de la mortalidad en el mundo al tabaco, los combustibles fósiles, los alimentos ultraprocesados y el alcohol: los cuatro jinetes de la galopante expansión del cáncer y las enfermedades autoinmunes.

Estas son la razones que permiten entender la pendiente por la que se desliza la Sanidad Pública a lo largo de estos años. Sin capacidad de respuesta, sin el coraje y la voluntad política para acometer las reformas necesarias, inerme ante intereses espurios corporativos o económicos. Pero aún estamos a tiempo de salvar la Sanidad Pública, una tarea y un compromiso colectivo que involucra a toda la ciudadanía, y una responsabilidad y una obligación para quienes conformarán el nuevo gobierno de Asturias.

Carlos Ponte. presidente ADSPA

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