El ensayo clínico más infame de la historia de la medicina
A principios de la década de 2000, la farmacéutica GlaxoSmithKline (GSK) comercializó Paxil (paroxetina) (Prozac en España), con el aval de un ensayo clínico, denominado el Estudio 329. Paxil fue presentado como un medicamento seguro y eficaz para niños y adolescentes. Sin embargo, varios estudios (en realidad todos menos el ya mencionado Estudio 329 ) mostraban que el medicamento no era mejor que el placebo y causaba alteraciones del pensamiento y comportamientos suicidas en algunos jóvenes
El Estudio 329 tuvo una fase inicial de 8 semanas y una fase de continuación adicional de 24 semanas, con el objeto de seguir la evolución del tratamiento en curso, aunque esta fase de seguimiento nunca se publicó. El estudio es un ensayo controlado y aleatorizado acerca de la eficacia y de los posibles daños de la paroxetina y la imipramina en el tratamiento de la depresión mayor en adolescentes. Fue publicado en la revista de la Academia Estadounidense de Psiquiatría Infantil y Adolescente (JAACAP ), que tiene el mayor factor de impacto en la especialidad, en julio de 2001. El artículo fue firmado por el Dr. Martin Keller, pero esta autoría es teórica porque en realidad fue escrito por Sally Landen, una científica que estaba empleada por GSK.
Después de la publicación del Estudio 329, Paxil se convirtió en el fármaco más vendido de GSK y el antidepresivo número uno en los Estados Unidos con ventas de 340 millones de dólares a finales de 2001.Con posterioridad, otros fármacos de la clase de ISRS se continuaron prescribiendo en número creciente a lo largo de la década.
El Estudio 329 concluyó que: «La paroxetina es generalmente bien tolerada y eficaz para la depresión mayor en adolescentes». Sin embargo, miles de niños y adolescentes sufrieron daños graves al tomar Paxil, muchos murieron. Ni los médicos ni los padres tenían la información que necesitaban, y la FDA sólo emitió a regañadientes las advertencias adecuadas.
Las sentencias judiciales. En 2004, el Fiscal General de Nueva York, Elliot Spitzer, inició un proceso por fraude al consumidor contra GSK por discrepancias entre las afirmaciones del marketing de GSK y los datos del Estudio 329. La demanda se resolvió el mismo año por $ 2.5 millones. La sentencia incluía que GSK publicara los resultados del estudio 329 en el sitio web. Sin embargo, el acceso a los datos era difícil debido a las diferentes interpretaciones sobre que significaba «datos» o “acceso.»
En 2012, el Departamento de Justicia de EE. UU. Presentó una demanda contra GSK en el Tribunal de Distrito de EE. UU., por daños y fraude. En noviembre de 2012, la compañía se declaró culpable y acordó pagar $ 3 mil millones, la multa más grande en la historia corporativa. Pero, al año siguiente, el número de recetas de paroxetina en los Estados Unidos aumentó en un 3%.
La restauración del Estudio 329: Mismos datos, conclusiones opuestas
El 16 de septiembre de 2015, en el BMJ publicó el Estudio de Restauración 329 (Restoring Study 329) un esfuerzo durante una década (requirió una revisión detallada de 77.000 páginas de registros de pacientes )para descubrir la verdad sobre la paroxetina. El estudio de restauración del 329, es, en realidad, una refutación del Estudio 329 original. Se utilizaron los mismos datos (obtenidos a través de un arduo proceso) pero sometidos a un nuevo análisis que refutaba el estudio original, con conclusiones exactamente opuestas, a saber, que «ni la paroxetina ni la imipramina en dosis altas demostraron eficacia para la depresión mayor en adolescentes, y, en sentido contrario, se incrementaron los daños con ambos medicamentos«. Se comprobó entonces que los intentos de suicidio (trastornos de pensamiento con conducta suicida) fueron significativamente más altos de lo que había informado el estudio original, que no se habían reportado muchos eventos adversos graves y que el fármaco no era más eficaz que el placebo en la depresión en los jóvenes..
Pero el impacto de este estudio de restauración fue muy limitado, porque la gente confiaba en la integridad de los estudios publicados y en la agencia de regulación (FDA) que controla dichos estudios. La consecuencia es que los políticos, los periodistas, los médicos y el público están confiados (cautivados) por la eficacia y la bondad de los medicamentos comercializados.
La realidad, sin embargo, nos muestra que es urgente restaurar la integridad científica de los ensayos clínicos de los fármacos. Solo así será posible una mejor medicina, que evite los daños causados por información engañosa.
El ensayo 329 nunca fue retirado y continuó presentándose como un estudio «histórico» que demuestra la eficacia y seguridad del fármaco. No es un caso aislado, sino una práctica estándar que se construye desde la falta de transparencia, sin acceso a los datos, frecuentemente escrito no por el autor nominal sino por “escritores fantasma» (contratados por las empresas). La seguridad y eficacia se deja en manos de los fabricantes de medicamentos, que tienen un gran interés en ver resultados positivos, sin que la comunidad médica y científica pueda analizar lo que están haciendo.
Restauración de ensayos invisibles y abandonados (RIAT) (Restoring Invisible and Abandoned Trials). Una iniciativa de Peter Doshi. Su propósito es mejorar la integridad del proceso para determinar la eficacia y seguridad de los medicamentos. La Restauración del Estudio 329 es el primer ejemplo. Su propósito es presionar a las compañías farmacéuticas para que cumplan con su compromiso declarado de acceso a los datos.
Comercialización de medicamentos nocivos para un público confiado. El Estudio 329 no es una excepción, sino que es una práctica muy extendida que falsifica los ensayos clínicos. Por otra parte, la decisión de la FDA en 1997 de permitir la publicidad directa al consumidor de medicamentos está contribuyendo al uso excesivo de medicamentos y a una falsa sensación en el público de que los medicamentos son seguros
Después de leer diversos libros de evaluadores independientes, así como el seguimiento de estos temas a lo largo de más de 30 años, llego a la triste conclusión de que, si tengo un problema de salud, la última puerta a la que llamaría, sería a la de una big pharma.