La esclerosis múltiple como ejemplo
Varios libros sobre la esclerosis múltiple, una enfermedad neurodegenerativa cuyo origen se desconoce y para la que no existe cura aún. Así, en Pies de elefante. Una crónica (muy) personal sobre la esclerosis múltiple (Ariel, 2022), la periodista Anita Botwin, diagnosticada desde 2013, afirma: “La industria farmacéutica tiene muchos intereses creados y le sale más rentable hacer crónica la enfermedad, porque eso les asegura un cliente de por vida”.
Según un estudio europeo del que se hace eco la web de Esclerosis Múltiple España, el coste de tratar esta enfermedad asciende, por paciente, a 20.600 € anuales en la etapa más leve, 48.500 € en la fase moderada y 68.700 € anuales en la fase avanzada. A eso hay que sumar, por ejemplo, 2050 € por cada recaída o brote (cada persona tiene un número indeterminado de brotes). Puesto que hay unas 50.000 personas diagnosticadas en España y 2,5 millones en el mundo, no es difícil hacerse una idea del volumen de negocio.
Además, como señala Botwin, la única alternativa que tiene el Estado a pagar esos precios es dejar de lado a las personas. Botwin lo explica citando la siguiente reflexión del también periodista Bruno Cardeñosa, autor de La vida se torció: mi día a día con la esclerosis múltiple (Cydonia, 2021): “Los tratamientos son tan inevitables para poder vivir que los Estados no se pueden negar a adquirir los tratamientos y pagar por ellos lo que sea necesario, porque, si no, los enfermos sufriremos todo tipo de problemas y, finalmente, la muerte”.
Según la también periodista María Paz Giambastiani, autora de 142.942. Esclerosis múltiple en primera persona (iMedPub, 2012), diagnosticada desde 2005, esta enfermedad es un negocio muy lucrativo para muchas empresas. Por videoconferencia, Giambastiani detalla que toma, “además de una pastilla diaria de Aubagio para intentar ralentizar la progresión de la esclerosis, más de una decena de medicamentos para combatir los múltiples síntomas asociados al avance de la enfermedad: disartria, disfagia, epoc, neuritis óptica, insomnio o dolor agudo”.
Asimismo, en estos casi veinte años como enferma, subraya, ha sufrido diez brotes, la han internado más de setenta veces en diversos hospitales y le han realizado más de un centenar de pruebas médicas entre resonancias magnéticas, punciones lumbares, estudios de potenciales evocados y otras similares. “Eso por no hablar –agrega– de que soy una persona dependiente desde 2022, lo que implicó no solo comprarme todo un ajuar ortopédico –muletas, andador, silla de ruedas (manual y eléctrica), cama articulada, máquina de oxigenoterapia, etc.–, sino contratar asistentes personales”.
¿Hasta qué punto la industria farmacéutica tiene verdadero interés en curar algunas enfermedades?
Si bien Giambastiani no ha tenido que pagarlo todo, pues ha contado con la ayuda de Osakidetza –sanidad pública vasca–, el Ayuntamiento de Getxo –el municipio donde reside–, la Diputación Foral de Bizkaia y la ayuda de amigas y amigos, su caso ejemplifica que la enfermedad es un negocio que mueve muchísimo dinero (público y privado). Puesto que la lógica del capitalismo es implacable, la pregunta cae por su propio peso: ¿hasta qué punto la industria farmacéutica tiene verdadero interés en curar algunas enfermedades?
Por último, un detalle más sobre esta imparable monetización de la esclerosis múltiple. En su diario Días simétricos (Alfaguara, 2023), Bop Pop relata que recibió la llamada inesperada de una asesora de su banco para preguntarle “si padecía alguna enfermedad crónica” y ofrecerle “un seguro de invalidez a causa de una enfermedad degenerativa”. Él, que hasta ese momento había gestionado con suma discreción su esclerosis múltiple, quedó en shock: ¿cómo se había enterado esa señora? A lo que él mismo contesta: “La empresa privada que gestiona el hospital público donde me tratan la esclerosis múltiple le habría pasado mi diagnóstico y mis datos”. En fin, de nuevo: el dinero como ingrediente esencial de cualquier asunto relacionado con la salud.
Un nuevo tipo de criminalidad que perseguir
Cronificar enfermedades es una tentación muy lucrativa para la industria. Esa manera de actuar ilustra la “criminalidad difusa de nuestros días”
Tanto los ejemplos anteriores sobre la esclerosis múltiple como lo que cuenta A doble ciego sobre otras enfermedades nos lleva al mismo punto: cronificar enfermedades es una tentación muy lucrativa para la industria farmacéutica. Esa manera de actuar ilustra lo que Michel, un excomisario ginebrino, llama “criminalidad difusa de nuestros días”, un tipo de asesinato que prolifera, entre otras razones, porque como sociedad miramos hacia otro lado o preferimos no saber sobre determinados hechos. Sin embargo, habría que perseguir y castigar esas conductas empresariales, pues suponen que millones de personas sufran más de lo que deberían o incluso que mueran antes de tiempo.
Anidada con esa forma de criminalidad, según la novela, emerge una segunda: la derivada del juego capitalista que permite y estimula el mercado, esto es, la compraventa de empresas farmacéuticas para apropiarse de patentes o acaparar cuota de mercado con el único fin de obtener la mayor cantidad de dinero posible. Poco hablamos, viene a decirnos A doble ciego, de cómo afecta a nuestra salud el virulento y siempre cambiante flujo de capitales en su intento por moldear el mercado farmacéutico a imagen y semejanza de sus intereses económicos. Tanto es así que el Ministerio de Sanidad debería obligar a que las cajas de medicamentos llevasen avisos como “El capitalismo farmacéutico puede ser perjudicial para tu salud” o, mejor aún, “El capitalismo farmacéutico mata”.