La politóloga recuerda que el apoyo a que «manden los que saben» siempre ha sido bastante fuerte en la sociedad española porque la desafección con los políticos es muy alta, pero, además, que en época de crisis el debate político se hace «especialmente frustrante». Sin embargo, añade que habría que diferenciar entre que haya «más información en las decisiones que se toman —y que sea más fácil tomar las decisiones—» y que «manden los expertos como si no hubiera intereses detrás». En este sentido, Díez incide en que la clave es que las autoridades tengan en cuenta la mejor evidencia científica, pero siendo ellos los responsables de las decisiones y sin reducir la pandemia a algo científico-sanitario.
La importancia de destacar esto es fundamental por las consecuencias que hay detrás: «Un gobierno de expertos rompería la dinámica de un gobierno democrático. La gente tendría menos capacidad de poder hacer entender que una decisión que les beneficia a unos, a ellos les está perjudicando mucho. Además, habría menos mecanismos para oponerse a una decisión», apunta Bartet.
¿Quiénes son los científicos? ¿Dónde quedan las otras ciencias?
Las expertas consultadas coinciden en otro punto: la pandemia es una crisis híbrida y, por ello, es fundamental que no sólo se tengan en cuenta criterios sanitarios. Sandín comenta que influyen elementos políticos, económicos y sociales. Pone un ejemplo para entender la importancia de esta interrelación: «Hay que usar mascarillas porque científicamente está demostrado que previenen contagios, pero, ¿quién las tiene que utilizar? ¿cuándo se tienen que utilizar? ¿cuánto cuestan? ¿las puede pagar todo el mundo? Son elementos sociales, económicos y ambientales que afectan a la pandemia y que, por lo tanto, deben estar incluidos en la gestión».
«La aportación de las ciencias sociales habría ayudado a entender cómo la gente iba a reaccionar a las distintas medidas»
Sobre la importancia de tener en cuenta a las ciencias sociales se ha publicado otro manifiesto. En esta ocasión firmado por la Asociación de Antropología del Estado Español, la Asociación Española de Ciencia Política y de la Administración, la Asociación Española de Geografía, la Asociación Española de Investigación de la Comunicación, la Federación Española de Sociología y la Sociedad Española de Pedagogía.
Las distintas asociaciones de las ciencias sociales ponen de manifiesto en el documento que los efectos de la pandemia no se limitan al ámbito clínico o epidemiológico, sino que se ha demostrado la «virulencia» de su dimensión social, afectando desde el empleo y el sistema productivo a la movilidad, las redes sociales, la gestión de datos, las estructuras familiares, la educación o los procesos de gobernanza de la administración pública.
Por ello, lamentan el «abandono» al que han sido «sometidas las ciencias sociales» durante la gestión de la pandemia. «La convocatoria de proyectos de investigación del Instituto de Salud Carlos III, la única convocatoria del sistema nacional de ciencia que hasta la fecha ha destinado fondos públicos a la investigación sobre la covid-19, no seleccionó ningún proyecto de ciencias sociales entre el centenar de proyectos financiados. Dotada de un presupuesto cercano a los 24 millones de euros, no puede sino sorprender que no se estimara necesario estudiar las dimensiones y efectos sociales de la pandemia», critican en el documento. «La pandemia está transformando nuestra sociedad. Las investigaciones biomédicas ayudan a salvar vidas. Las investigaciones sociales mantienen vivas nuestras esperanzas y voluntades», concluyen.
La salud pública siempre va más allá de lo sanitario
¿Por qué se ha olvidado a las ciencias sociales? Bartet comenta que es un «debate eterno» porque persiste la idea de que las ciencias sociales no generan conocimiento al tratar temas complejos, pero, sin embargo, hubieran ayudado, por ejemplo, a saber cómo iba a reaccionar la gente a las medidas que se han ido tomando.
En este punto, además, cabe destacar que la pandemia es un problema de salud pública y que ésta es una especialidad que va mucho más allá de lo sanitario. Se podría resumir como una disciplina que protege la salud de las poblaciones, trata de corregir desigualdades y trabaja en la prevención de las enfermedades. Una rama que mira por lo colectivo. Y, por ello, las condiciones de vida de los temporeros, verdaderamente deplorables, son un problema de salud pública. Y, por ello también, las casas de apuestas son un problema de salud pública.
«En la ciencia también hay varias posturas y evidencias. Por esto las respuestas a los problemas deben ser interdisciplinares e integrales»
Sandín lo destaca así: «Siempre influyen elementos sanitarios, sociales, económicos y ambientales». Y pone otro ejemplo para entender cómo debe ser el abordaje partiendo de esta base: «El 4 de octubre, un grupo de científicos de las prestigiosas universidades de Harvard, Oxford y Stanford firmaron la Declaración de Great Barrington en la que proponen un cambio de rumbo en las medidas para frenar el coronavirus. Básicamente proponen la protección enfocada, es decir, fomentar la vida normal en población joven con bajo riesgo para alcanzar la inmunidad al virus a través de la infección natural, mientras se protege más específicamente a aquellos que se encuentran en mayor riesgo (ancianos o personas con otras patologías). Automáticamente, otro grupo de científicos (también prestigiosos, incluyendo asesores de la OMS) rechazó esta estrategia».
Para ella, esto revela que en la ciencia también hay diferentes «posturas» y que diferentes expertos «prestigiosos» se basan en distintas «evidencias»: «Por ello, la respuesta debe ser lo más interdisciplinar e integral posible, teniendo en cuenta por supuesto la evidencia científica, pero también la evolución de los datos, los elementos sociales y económicos que influyen y por supuesto, los diferentes contextos en los que se desarrolla».