Deforestación, cambio climático y pandemia

Entrevista en EL SALTO. 28 Noviembre, 2020

CRISIS CLIMÁTICA. Andreas Malm: “El distanciamiento social no amenaza de muerte a ninguna fracción de la clase capitalista, pasar a cero emisiones sí”. Investigador experto en crisis climática, escritor y activista, Andreas Malm cree tan poco en la respuesta de los gobiernos a la emergencia global que plantea la necesidad de acabar con el gran capital fósil mediante un movimiento social que presione desde abajo a los Estados
usando la desobediencia civil e incluso el sabotaje. Dos de sus obras acaban de llegar al mercado de libros en castellano.

Se puede ser profesor de Ecología Humana de la Universidad de Lund (Suecia) y una de
las voces expertas más relevantes a nivel internacional sobre crisis climática, por un
lado, y escribir un libro titulado
Cómo dinamitar un oleoducto de próxima
publicación por Errata Naturae
, así como formar parte del grupo Klimax, partidario de
la desobediencia civil y el sabotaje, por otro. De hecho, Andreas Malm (Fässberg,
Suecia, 1977) plantea la necesidad de que los Estados se preparen ya para “derribar”
corporaciones como ExxonMobil, BP, Shell o Total para frenar la debacle climática.
Escéptico con los gobiernos del mundo respecto a la respuesta ante esta emergencia
pero ferviente creyente en un movimiento popular que, desde abajo y lejos de los
Estados, obligue a estos a actuar de forma contundente contra la mayor crisis de la
humanidad y del planeta desde la última glaciación, dos de sus libros acaban de llegar al
mercado en castellano. En su último trabajo,
El murciélago y el capital: coronavirus,
cambio climático y guerra social
(Errata Naturae, 2020), profundiza en los orígenes de
la pandemia de covid-19, sus causas y sus consecuencias desde un punto de vista
económico y medioambiental. Además, Capitán Swing acaba de editar
Capital Fósil: el
auge del vapor y las raíces del calentamiento global
, un volumen publicado en 2017
que Naomi Klein calificó como “la historia definitiva sobre cómo nuestro sistema
económico creo la crisis climática”.

Equiparas un mundo en permanente pandemia de covid-19 con el que resultaría de una “vuelta a la normalidad” pero en un planeta con un cambio climático desbocado. ¿Hay salida?


Hay una salida: podemos nacionalizar todas las empresas de combustibles fósiles y ordenarlas que dejen de producirlos y, en lugar de poner CO2 en la atmósfera, volver a enterrarlo. Y, por supuesto, ordenar a todas las empresas de combustibles fósiles que ya son propiedad de los Estados que hagan lo mismo. Y cambiar toda la economía mundial de esa base energética a la energía solar y eólica. También revertir la deforestación,
dejar que las selvas tropicales vuelvan a crecer sobre los pastos de ganado y las
plantaciones de soja y regenerar franjas de territorios desde Australia hasta Alabama. Hay una salida; la ruta es bastante conocida. Solo algunos intereses muy poderosos bloquean el camino. Ahí es donde debe emprenderse la lucha.
Esta pandemia ha demostrado que los Estados conservan la capacidad de interrumpir los negocios, simplemente ordenando el cierre de las empresas, y cambiar los esfuerzos productivos hacia
el único objetivo de supervivencia
Llamaron locos a quienes plantearon medidas drásticas para frenar la emergencia  climática pero cuando se tomaron al llegar el covid-19 nadie vio ninguna locura.

¿Una economía de guerra para fabricar paneles solares y aerogeneradores a ritmo de bombarderos en la II Guerra Mundial es posible?

Por supuesto, no hay nada técnicamente inviable al respecto. De hecho, esta pandemia ha demostrado que los Estados conservan la capacidad de interrumpir los negocios, simplemente ordenando el cierre de las empresas, y cambiar los esfuerzos productivos hacia el único objetivo de supervivencia. Claramente podrían hacer lo mismo en el frente climático. Nunca más deberíamos creer la mentira de que sería demasiado
incómodo, demasiado perturbador y desagradable hacer la transición de los combustibles fósiles. En ese sentido, la pandemia le ha dado al movimiento climático algo de munición propagandística. Solo necesitamos usarlo de manera efectiva.


La mayoría de los gobiernos se ha tomado la lucha contra el covid-19 como una guerra, movilizado ingentes recursos económicos e incluso paralizando su actividad económica. Sin embargo, ningún ejecutivo se ha tomado igual una amenaza del calibre de la crisis climática. ¿Hay respuesta a la pregunta de por qué
a los gobiernos del mundo no les tembló la mano para paralizar la economía con el covid-19 y, sin embargo, ni se plantea algo así frente a la amenaza global del cambio climático?

Esta es una pregunta compleja que debe responderse en varios niveles, si es que puede responderse satisfactoriamente. Es algo que no deja de desconcertarme. Primero, y quizás lo más obvio, es que las medidas tomadas para combatir el covid-19 se han anunciado como temporales. Nadie está hablando de un cambio permanente en nuestra forma de vida: es una pausa, una interrupción desafortunada, y volveremos a la normalidad tan pronto como podamos. Un alejamiento de los combustibles fósiles sería permanente. Marcaría una transición que nunca se revertirá: no vamos a dejar de quemar combustibles fósiles para salvar el clima de un colapso total y luego reiniciar unos meses o años después. Las medidas que están ahora en vigor se pueden vender a todo el mundo, incluido al capital, como un precio alto que debe pagarse solo por un
corto período.
No hay razón para creer que las naciones entrarán en acción automáticamente cuando sus propios territorios sean quemados por el calor Por otro lado, una transición ecológica y un alejamiento de los combustibles fósiles no tendrían que incluir nada parecido a los inconvenientes extremos de un encierro: no aislaría a las personas en sus hogares, no prohibiría las multitudes o las pequeñas reuniones, no desconectaría la vida cultural, no destrozaría prácticamente todas las interacciones humanas. Estos aspectos cuasi totalitarios de un confinamiento no servirían para un cambio de la energía fósil a la renovable. En este sentido, debería ser
mucho más fácil para los gobiernos implementar un programa de acción de emergencia climática. Incluso podría mejorar la vida de las personas, no sería necesario convertirla en tantas pesadillas solitarias. En última instancia, la diferencia parece reducirse a los intereses de clase. Abandonar los combustibles fósiles significa liquidar todo un departamento de acumulación de capital, lo que se conoce como la industria de los
combustibles fósiles.

La razón por la que no se toman estas medidas tiene menos que ver con las molestias que causarían a la gente común como con la extraordinaria cantidad de poder concentrado en esta industria. El distanciamiento social y restricciones similares no amenazan a ninguna fracción de la clase capitalista con una sentencia de muerte, pasar a cero emisiones sí.

No existe una receta más segura para más pandemias que la deforestación; en esto, la ciencia es unánime
Asimismo, el contraste se evapora cuando se considera que los Estados de todo el mundo también han intentado, aunque mal, proteger a los ciudadanos de los eventos climáticos extremos recientemente. Han enviado a los bomberos a las llamas y han evacuado a las poblaciones en peligro por los huracanes. Combatir los síntomas es algo que los Estados pueden hacer —ya sea de manera pobre o eficiente—, tanto en lo que
respecta al clima como al coronavirus. Pero en ninguno de los campos parecen capaces de perseguir las causas. Se ha dejado que los impulsores de las pandemias se aceleren en 2020 tanto como los del calentamiento global: lo más importante es que la deforestación se está acelerando este año como nunca antes. La devastación del Amazonas central alcanzó un nuevo pico el verano pasado, y el Gobierno indonesio acaba de abrir sus selvas tropicales a inversionistas extranjeros para una tala ilimitada. No existe una receta más segura para más pandemias que la deforestación; en esto, la ciencia es unánime. Es mediante la tala de bosques, y los bosques tropicales en particular, que los patógenos entran en contacto con poblaciones humanas como el SARS-CoV-2, transportado por murciélagos, cuyos bosques han sido arrasados en los
últimos años, particularmente en el sureste Asia, lo que los obliga a viajar con sus virus a algún otro lugar, donde se topan con humanos. Y, sin embargo, en lo más profundo de la segunda ola de la pandemia del covid-19, todavía no hemos visto una sola iniciativa en ningún lugar del mundo para frenar la destrucción de los bosques tropicales. En cambio, la tendencia es una aceleración. Visto desde este ángulo, los Estados han
abordado el problema de la pandemia tan irracionalmente como lo han hecho con el clima: echando más leña al fuego, más rápido.
La del covid fue una crisis casi repentina. El cambio climático, aunque se acelera y
tiene consecuencias devastadoras que aparecen de repente, lleva décadas fraguándose y es gradual. 

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