Solemos recordar dónde estábamos cuando sucede algo histórico, yo tengo un recuerdo muy nítido de esta tarde de noviembre, hace 20 años.
La tarde del miércoles 13 de noviembre de 2002 recibíamos la noticia del lanzamiento del SOS del Prestige. Recuerdo que estábamos en la antigua oficina de Greenpeace, en la calle San Bernardo de Madrid, y todo el mundo se puso a recabar información, que llegaba confusa y a cuentagotas. Según los medios, un buque petrolero cargado con 77.000 toneladas de fuel presentaba una vía de agua y navegaba escorado arriesgando su estabilidad y amenazando con un posible derrame de petróleo en la costa gallega, una de las zonas más ricas, diversas y productivas del Atlántico.
Desde luego que era preocupante pero, en aquel momento, nada hacía presagiar que el desenlace terminaría convirtiéndose en la mayor catástrofe ambiental de este país, afectando a 1.137 playas y 2.980 km de litoral, no sólo de España sino también de Portugal y Francia. En unas horas, con la decisión del Gobierno de alejar el buque de la costa, que en Greenpeace consideramos errónea desde el principio, empezamos a ser conscientes de que podíamos estar ante los inicios de una catástrofe de gran magnitud.
En pocos días el fuel del Prestige llegó a la costa y con el fuel llegó también el bloqueo informativo y la desinformación. En los días consecutivos la comunicación oficial y la cruda realidad parecían vivir en universos paralelos. Mientras el Gobierno aplaudía su buena gestión que, según ellos, había logrado controlar y minimizar el impacto; la costa se teñía de negro, a tierra llegaban cientos de aves recubiertas de petroleo y las personas se tiraban con lo puesto a las playas en un intento desesperado de quitar esa capa negra, viscosa y maloliente que lo cubría todo y se pegaba a todo.
Muy pronto estuvimos en Galicia, donde se nos unieron compañeros alemanes de Greenpeace con los que compartimos los incansables jornadas de trabajo en noviembre y diciembre. Cada día, recorríamos la costa de arriba a abajo para registrar lo que estaba pasando, conseguir información fidedigna y contrastar la información oficial que se empeñaba en trasladar una realidad totalmente distorsionada.
Para la memoria colectiva quedaron los “hilillos de plastilina” pero los intentos de minimizar lo que estaba sucediendo en Galicia fueron una constante durante toda la crisis del Prestige. Fuimos a reuniones con los responsables políticos, realizamos acciones de protesta por la lenta e ineficaz respuesta de las administraciones… e hicimos entrevistas, cientos de entrevistas con medios nacionales e internacionales que querían conocer la verdad.
Los medios de dentro y de fuera asistían estupefactos a un espectáculo de desinformación por parte del Gobierno central y del de la Xunta. Greenpeace fue la primera organización en dar recomendaciones de seguridad a quienes bajaban a las playas a limpiar y dar información sobre la toxicidad del fuel….
Y el 8 de diciembre llegó el Rainbow Warrior, nuestro buque insignia y submarinistas de Greenpeace consiguieron las primeras imágenes del fuel del Prestige en los fondos del Parque Nacional de las Islas Atlánticas, declarado apenas unos meses antes. La mayor catástrofe ambiental de este país acababa de empezar porque las consecuencias del vertido han durado muchos años. Y sin embargo, las lecciones aprendidas no fueron suficientes.
En 2022, la dependencia de los combustibles fósiles es aún enorme. La flota mundial de buques petroleros ha duplicado su capacidad en estas dos décadas… aún falta mucha ambición política para poder creernos aquel ya famoso Nunca máis que nos movilizó en 2002. Pero a pesar del tiempo, en estos 20 años en Greenpeace no hemos perdido el entusiasmo y nuestra fuerza de acción por impulsar y ver un día un mundo en el que los combustibles fósiles sean ya parte de la historia.