Controversias sobre las pandemias: 8. Biopolítica de las catástrofes

El comercio de los animales salvajes. El comercio de animales exóticos es también un foco de interés epidemiológico, porque pone a los humanos en contacto directo con la fauna salvaje. En los años noventa se incrementó el comercio de estos animales, en buena medida como alternativa a la subida de los precios de la proteína animal. El control de los mercados por parte de las multinacionales de la industria alimentaria fue la causa de la subida de los precios. Así, por ejemplo, cuando los barcos pesqueros europeos invadieron los caladeros de la costa occidental africana, los habitantes del lugar tuvieron que recurrir a la carne de animales salvajes para obtener proteínas de manera asequible.

El comercio de animales salvajes no solo tiene una finalidad alimentaria, sino que también incluye el ecoturismo y el comercio de mascotas exóticas. Así llegó el virus del Nilo Occidental a EEUU, donde acabó con aves autóctonas y mató a 2.300 personas. El SARS es un coronavirus que saltó de los murciélagos a las jinetas y de ahí a los humanos en 2.003.

Algo parecido ha ocurrido con el SARS-CoV-2, en origen parece provenir de un murciélago, con un pangolín como animal intermediario, donde se hubiera recombinado y convertido en patógeno para los humanos. La convivencia murciélago–pangolín existe, aunque pertenecen a ecosistemas diferentes, mientras que el proceso murciélago – pangolín – humano es una cadena adaptativa, compleja y larga1.

Los científicos piensan que la mayoría de los patógenos humanos —quizá todos— son en última instancia zoonosis, debidas a la intervención humana en la naturaleza2. Y en el caso de los patógenos clásicos fundamentalmente a través de la domesticación de animales: aves acuáticas (la gripe), bovinos (la peste) o camellos (la viruela), procesos que se trasladan a tiempos muy remotos. Por otra parte, la actual irrupción de nuevas enfermedades es un problema no solo para los humanos, sino también para los animales que padecen nuevas enfermedades.

Agro-ganadería industrial. La agricultura y la ganadería industrial han cambiado cualitativamente y son las principales responsables de que volvamos a la edad de piedra en la salud pública3. El crecimiento de la industria de la ganadería, con unos cuatro mil millones de hectáreas, la convierte en la principal interfaz entre la humanidad y la naturaleza, y por tanto el primer portal para nuevas enfermedades. Ni siquiera los pingüinos emperadores de la Antártida están a salvo en este cambio de época, ahora tienen bursitis, una enfermedad que surgió en las grandes granjas industriales de aves de corral en la costa oriental estadounidense.

Hay una gran presión política y económica para incrementar la eficiencia de la producción alimentaria aún a expensas de la salud. Desde manipulaciones genéticas de los animales para incrementar la producción de huevos, o de carne, o de leche, instalaciones masificadas vulnerables a los brotes. La utilización masiva de antibióticos4 es un claro ejemplo: el 71% de las chuletas de cerdo que se venden en los supermercados estadounidenses contienen bacterias resistentes a los antibióticos; el porcentaje para la carne de pavo es incluso mayor, un 79%. Mientras, en paralelo, el campesinado mundial está depauperado por los métodos y precios de los grandes monopolios.

El caso del virus Nipah, identificado por primera vez en Malasia 1998, es muy ilustrativo. La deforestación por la tala y quema de los arboles expulsó a los murciélagos de la fruta de su hábitat natural, y su posterior migración a los nuevos huertos de mangos que los granjeros habían plantado junto a sus piaras de cerdos para poder utilizar el estiércol como fertilizante. La consecuencia fue la transmisión del virus Nipah de los murciélagos a las piaras y de ahí a los granjeros.

Lo que en su momento fue el Nipah, un virus inofensivo entre los murciélagos, acabó causando severos problemas neurológicos en cerdos y humanos. El virus, que mató aproximadamente a un tercio de sus víctimas en Malasia, solo detuvo su expansión tras una estricta cuarentena y el sacrificio de un millón de cerdos, No por casualidad que el brote se originó en la principal explotación porcina del país.

El caso de los pueblos indígenas del Nuevo Mundo es así mismo muy expresivo. Practicaban la agricultura y tenían muy pocos animales domesticados, quizás por esa razón vivían sin apenas enfermedades. Con la colonización de los invasores europeos y la cría de animales, la población indígena (que en 1942 se estimaba entre 50 y 100 millones) disminuyó un 90% por su exposición al sarampión, el tifus, la tuberculosis y la viruela.

1Luis Palomo: Covid19: el rastro de la lejía, Salud 2.000; 158: 15-19

2 Pendergrass D, Vettese T: “The Climate Crisis and COVID-19 Are Inseparable. Jacobin Magazine, 31 Mayo 2020 https://www.jacobinmag.com/2020/05/climate-change-crisis-covid-coronavirus-environment

3 OPS: Zoonosis y Enfermedades Desatendidas: Intervenciones e Investigacion. https://www.paho.org/panaftosa/index.php?option=com_content&view=article&id=137

4 Dictamen de la Autoridad Europea para la Seguridad Alimentaria (EFSA), 2014, sobre la inspección de higiene en la cadena cárnica

Políticas alimentarias que nos enferman. La industria alimentaria tiene una gran responsabilidad, aunque los gobiernos hacen poco o nada para que rinda cuentas. Su influencia sobre la pandemia de la diabetes o de la obesidad es bien conocida, pero también existe una clara asociación con las zoonosis, como es el caso de la pandemia del Covid-191.

Un corpus de investigaciones cada vez mayor sugiere de manera más específica, que la creciente demanda de productos cárnicos ha dado lugar a un contacto sin precedentes entre humanos y animales. Varias asociaciones científicas de Salud Pública han pedido una moratoria a la ganadería industrial, en los inicios del brote del SARS de 2003, abogando por un cambio en el modo en que los humanos tratan a los animales y limitando radicalmente la cantidad de animales que se comen, como una medida básica de salud pública que podría reducir el riesgo de epidemias.

Es previsible, además, que las actuales cadenas de suministro de alimentos se vean afectadas en el futuro próximo por el cambio climático. Para limitar el impacto de las futuras pandemias y mitigar el cambio climático, deberíamos reestructurar nuestro sistema de alimentación y abandonar la producción de carne. Los carnívoros del mundo desarrollado comen dos o tres veces más carne que la media en los países pobres. No son sostenibles las dietas que obligan a la deforestación a fin de ganar terreno para los pastos en algunas de las regiones con mayor biodiversidad de la Tierra, como la selva amazónica2.

El informe EAT-Lance3, considera necesario un aumento sustancial del consumo de verdura, fruta, granos saludables y proteínas vegetales y una reducción drástica en la carne y los lácteos. Si la mayor parte de las sociedades fueran capaces de adoptar esta dieta que propone el informe EAT-Lancet, se minimizarían las principales enfermedades no transmisibles como la diabetes o los problemas cardíacos y se podrían evitar unos once millones de muertes al año; con efectos muy positivos en la lucha contra la malnutrición.

Biopolítica de las catástrofes. Como ocurrió con la pandemia de gripe del 18, el medio de propagación fueron las condiciones de insalubridad en las atestadas trincheras durante la Primera Guerra Mundial para que un virus de gripe aviar en tan sólo un año acabara con la vida de entre 30 y 40 millones de personas. Ahora, millones de pollos y otros animales, se hacinan en macro-granjas, el sustrato perfecto para generar tormentas víricas. El terreno propicio para que surjan enfermedades desconocidas y a un ritmo insólito, con nuevos patógenos humanos como el actual virus Covid-19. A su vez, la proteína animal que proviene de la fauna salvaje, es la otra vía identificada de zoonosis.

Sin embargo, el relato dominante persiste en focalizar la acción contra el Covid-19 como un fenómeno aislado, sin ir a las causas estructurales . Un error de consecuencias dramáticas por el incremento de los virus y de su peligrosidad, que, además, también acabarán involucrando directamente a las estrategias de negocio de las corporaciones industriales agropecuarias y alimentarias, de producción intensiva, que en estos momentos externalizan los costes de las enfermedades que provocan4.

Frédéric Neyrat señala en su libro “Biopolítica de las catástrofes” (2.008), que una catástrofe (una interrupción desastrosa de la existencia), pese a su aparente carácter de evento que se manifiesta aquí y ahora, es siempre un proceso que ya estaban en curso. Es decir, en realidad una catástrofe siempre sale de alguna parte, tiene una historia. Sin embargo, los gobiernos (y las elites) habitualmente gestionan los riesgos sin considerar que son procesos, esto es, sin abordar o cuestionar cuáles son sus causas económicas y antropológicas5.

Las pandemias siempre poseen su propia historicidad y se sujetan a un principio de causalidad, que no es simple ni lineal, pero que sin duda existe. Así, se puede decir que el Covid19 es el cruce entre la epidemiología y la economía política, que es una pandemia que se ancla directamente en la industrialización capitalista del ciclo alimentario durante cuatro décadas de políticas neoliberales. El neoliberalismo ha sembrado tormentas y un microorganismo las ha convertido en una tempestad.

En medio de la pandemia habrá seguramente quien se afane en la búsqueda de un culpable, ya sea en la piel del chivo expiatorio o en el papel de villano; pero básicamente la culpa no está “fuera” sino en nuestro modo de vida.

En el fondo no le falta algo de razón a la creencia popular de que la pandemia del Covid-19 «es una venganza de la naturaleza», aunque, en realidad, seria más preciso trazar la linea de continuidad entre el origen del virus y un modo de vida que es cada vez más incompatible con la vida misma. Mientras en el imaginario colectivo comienza a calar una racionalidad de orden bélico: “estamos en guerra contra un coronavirus”, lo más acertado es pensar que lo que está en guerra contra nosotros mismos, desde hace demasiado tiempo, es un modelo social catastrófico.

1 BMJ, Editorial:Covid-19: What we eat matters all the more now”. BMJ;2020;370:m2840

2 Greenpeace: https://es.greenpeace.org/es/trabajamos-en/consumismo/

3 The EAT-Lancet Commission on Food, Planet, Health: https://eatforum.org/eat-lancet-commission/

4 Shah S: “Pandemia: Siguiendo el contagio las enfermedades más letales del planeta,” Capitán Swing, 2020.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.