2016: buscando nuevas estrategias para defender la sanidad pública

De NoGracias.  http://www.nogracias.eu/category/noticias/

sedentarismo

Richard Horton, editor de The Lancet, firma este editorial “Chronic diseases—the social justice issue of our time“.

Cuando la industria farmacéutica, tecnológica y de las aseguradoras privadas han detectado el nicho de las enfermedades crónicas como uno de los más prometedores, Horton cambia el tercio y recuerda que las enfermedades crónicas son el campo de batalla de las luchas sociales de nuestro tiempo (y menos, un problema sanitario)

Sería normal sentir ansiedad en una reunión sobre enfermedades crónicas. Incluso abrumado. Las enfermedades no transmisibles (nombre con el que técnicamente se denominan) son muchas: cardiovasculares, cáncer, diabetes, enfermedades respiratorias, hepáticas, renales, neurológicas, etc. La lista sigue. Y luego están los factores de riesgo: el tabaco, la dieta, la inactividad física, la presión arterial alta, la contaminación del aire. La complejidad solo aumenta cuando sumamos factores contextuales como la globalización, la urbanización o el envejecimiento de la sociedad. Si usted fuera ministro de sanidad y tuviera que enfrentarse a esta extraordinaria diversidad de desafíos, ¿por dónde empezar?

Para Horton, los conflictos de interés existentes entre el poder económico, el profesional y el gubernamental están en la base de las dificultades para encontrar una estrategia coordinada para enfrentarse a lo que el médico-activista de Yale, Sandeep Kishore, llama “la cuestión de justicia social de nuestra generación“:

Las enfermedades crónicas no son el Ébola. No matan a millones de niños. Y no hay movimientos de la sociedad civil exigiendo la acción del gobierno. Las enfermedades crónicas son las “enfermedades de los estilos de vida”, impulsadas por productos legales (y deseados) producidos por las corporaciones multinacionales. Las enfermedades crónicas son un subproductos de nuestras libertades, consecuencias lamentables pero inevitables del progreso humano.

Para Horton es necesario contar una historia diferente sobre las enfermedades crónicas para que esas “consecuencias” no sean inevitables; una narración “inspiradora”: ¿La paz y la prosperidad?

lethal

Hace unos meses comentábamos el libro de Freudemberg “Legal but lethal” donde se expone la ideología existente tras lo que llama el Complejo Corporativo Consumista Sanitario

La ideología detrás del modelo de negocio basado en el hiperconsumo y argumentos en contra (elaboración propia basado en Freudemberg, 2014)

Los estilos de vida son los que influyen principalmente en la salud. Los individuos, y no las compañías o los gobiernos, son responsables de sus estilos de vida y comportamientos Los estilos de vida son, en realidad, condiciones de vida. Fumar, beber alcohol o estar obeso, por ejemplo, está directamente relacionado con  determinantes socioeconómicos como el nivel educativo, los ingresos anuales, la situación laboral o la accesibilidad a zonas verdes
Las compañías producen los productos que los consumidores quieren. Si la gente no los demandara, las compañías no los producirían La venta masiva de productos insanos está basada en la publicidad y la demanda inducida a través de la construcción de necesidades (la invención y exageración de enfermedades es un buen ejemplo)
La educación es la mejor manera de ayudar a las personas a tomar buenas decisiones La educación es condición necesaria pero no suficiente. La coaptación de la formación médica continuada y la manipulación de la evidencia científica por la industria farmacéutica son buen ejemplo de las limitaciones de la educación.
Los gobiernos no deben decirle a las personas cómo deben vivir. El gobierno es el problema, no la solución. No se trata de entrometerse en las decisiones libres de los ciudadanos sino de garantizar que esas decisiones se toman libremente (con información adecuada, sin coacciones o con estímulos desproporcionados) y se protege a los colectivos con una autonomía más debilitada como los niños o los enfermos
Los gobiernos no tienen que decir a las compañías qué tienen que hacer. La regulación limita el negocio y crea desempleo. La auto-regulación funciona mejor y es más barata para los contribuyentes Los problemas de salud y medioambientales generados por el modelo de negocio basado en el hiperconsumo demuestran que la auto-regulación no funciona; la externalización de los costes de las consecuencias del modelo económico (gastos sanitarios y medioambientales) a los contribuyentes y familias, sale finalmente más caro que implementar controles, y no evita el daño
El libre comercio es bueno para todos El modelo económico actual no está basado en el libremercado sino que está hiper-regulado a favor de los intereses de los oligopolios. El mito de que los vicios privados se convierten, gracias al mercado, en virtudes públicas (“la mano invisible”) no se ha demostrado empíricamente en una economía altamente regulada. La evidencia es que los mecanismos de mercado han fracasado estrepitosamente, por ejemplo, al impedir el acceso a servicios médicos básicos o medicamentos esenciales a una gran mayoría de la población mundial
El consumo es esencial para el crecimiento económico y la prosperidad El crecimiento económico ilimitado es imposible en un mundo con recursos materiales limitados y, además, no se correlaciona empíricamente con mejores indicadores de calidad de vida sino al contrario

Freudemberg cree que la salud pública debería utilizar otras estrategias más adaptadas a los nuevos retos, semejantes a las que animaron los movimientos sociales del pasado siglo, es decir, una forma de activismo político tras la que haya una idea de bien común.

Sin embargo, en el actual movimiento en defensa del sistema público de salud quedaría patente, como expresa Andreu Segura, una renuncia a esta dimensión colectiva:

Sea porque el desarrollo del estado del bienestar (aunque tardío y tímido en España) no ha servido precisamente para estimular la participación y la implicación ciudadana en los asuntos públicos; ni en las instituciones tampoco. La desafección política ilustraría esta renuncia a la dimensión colectiva de las personas y a la primacía del «sálvese quien pueda»

El asunto es paradójico: la defensa de la sanidad y la salud públicas no necesita más sanidad sino más política.

¿Cómo cambiar las narrativas?

Por ejemplo, lo que ahora se vende como un asunto personal -el asma, la obesidad, la diabetes o los accidentes de tráfico- debería comenzar a ser visto por la opinión pública como un problema social consecuencia de un modelo económico al servicio de los intereses de unas pocas compañías multinacionales y al fracaso de las políticas públicas, debilitadas precisamente por los impulsores de dicho modelo.

Cuando el asma se vea como una consecuencia de la contaminación, la obesidad y la diabetes de la probreza, o los accidentes de tráfico de la falta de alternativas para el transporte privado, entonces conseguiremos conectar las experiencias personales con el análisis político de sus causas últimas, y solo entonces, se conseguirá movilizar a la sociedad en el buen sentido.

La transformación de los problemas individuales que condicionan mala salud en retos políticos podría contribuir a generar una identificación por parte de la sociedad de que la acción colectiva es una parte fundamental en la búsqueda de soluciones de problemas de salud.

Pero además del reto de impugnar el discurso neoliberal con actuaciones políticas, hay un problema epistemológico de fondo: el conocimiento biomédico también debe dejar de contemplarse como prescriptivo.

El conocimiento más que un medio para saber, es un instrumento para convivir. Su función más importante no consiste en reflejar una supuesta realidad objetiva, adecuando nuestras percepciones a una realidad exterior, sino en convertirse en el dispositivo más poderoso a la hora de configurar un espacio democrático de vida común entre los seres humanos” (Innerarity)

Y la innovación, puesta en su justo término

Como escribíamos recientemente confundir “rigor metodológico” con “relevancia clínica” es un salto epistémico que debería ser gestionado por los profesionales sanitarios y la sociedad con mucha más prudencia, algo que, evidentemente, no estamos haciendo

Para este 2016, los defensores de la sanidad pública, por favor, cambiemos la estrategia: la sanidad no se defiende con más sanidad sino con más política.

 

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